Usa tus ojos para
ver la belleza de la vida, o para ver el interior de las personas… No los uses
para criticar maliciosamente de cómo se ven o visten los demás, o para juzgar a
las personas, sólo por sus apariencias.
Usa tus oídos,
para escuchar a tu prójimo, y poder ofrecerle una palabra de aliento, para
escuchar los sonidos agradables, que te ayudan a olvidar las dificultades, y
edifican tu interior. No los uses como un arma, o para envenenar a los demás.
Usa tu olfato,
para percibir el olor de las flores, del perfume, del amor… No lo impregnes, con
los malos olores, como lo son el odio, el egoísmo, la traición.
Usa tu gusto, para
saborear el triunfo de tus metas alcanzadas, de los logros obtenidos con
esfuerzo y dedicación… No lo uses para saborear las derrotas de otros.
Usa tu tacto, para
sentir y dar amor, para tocar a las personas con tus deseos positivos, con tu
caridad… No lo uses para pedir injustificadamente.
El sexto sentido,
el más importante, es el que nos da la sabiduría para distinguir la diferencia
entre los otros sentidos, entre el bien y el mal, entre dar o recibir, entre
construir o desmoronar.
A veces miramos
sin ver, oímos sin escuchar, olemos sin percibir, probamos sin saborear, tocamos
superficialmente.
Usa tus sentidos sabiamente,
no se trata de cuantos tengas, sino de cómo los utilizas…