
La confianza se basa en la fe.
Cuando confiamos nuestro corazón a otra persona,
asumimos que no tratará deliberadamente
de herirnos o de abusar de nosotros.
Nos gustaría que la gente que amamos
fuese honesta, digna de confianza y justa.
Nos gustaría que fuesen responsables,
pero, lamentablemente, esto no siempre es así.
Dado que todos somos imperfectos y vulnerables,
podemos decepcionar o ser decepcionados.
En estas ocasiones cuando debemos recurrir
a nuestra habilidad para perdonar,
para que las heridas curen
y la confianza sea restablecida.
Confiar implica olvidar el pasado y
mirar hacia delante, intentando otra vez,
siempre con la convicción de que el esfuerzo,
por imperfecto que sea, vale la pena.
Nuestra meta, después de todo, es...
humana, no divina.