martes, 6 de enero de 2009
¿Qué es la vida? un frenesí.
¿Qué es la vida? una ilusión, una sombra, una ficción;
y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Pedro Calderón De La Barca
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En el corazón de todos los inviernos
vive una primavera palpitante,
y detrás de cada noche,
viene una aurora sonriente.
Khalil Gibran
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araceli
El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan...
demasiado rápido para aquellos que temen.... demasiado largo
para aquellos que sufren.... demasiado corto para aquellos que
celebran...pero para aquellos que aman, el tiempo es eterno.
.
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veleta
El ladrillo boomerang
"Había una vez un hombre que iba por el mundo con un ladrillo en la mano. Había decidido que cada vez que alguien le molestara hasta hacerle rabiar, le daría un ladrillazo. El método era un poco troglodita, pero parecía efectivo, ¿no?
Sucedió que se cruzó con un amigo muy prepotente que le habló con malos modos. Fiel a su decisión, el hombre agarró el ladrillo y se lo tiró.
No recuerdo si le alcanzó o no. Pero el caso es que después, tener que ir a buscar el ladrillo le pareció incómodo. Decidió entonces mejorar el “Sistema de Autopreservación del Ladrillo”, como él lo llamaba. Ató el ladrillo a un cordel de un metro y salió a la calle. Esto permitía que el ladrillo nunca se alejara demasiado, pero pronto comprobó que el nuevo método también tenía sus problemas: por un lado, la persona destinataria de su hostilidad tenía que estar a menos de un metro y, por otro, después de arrojar el ladrillo tenía que tomarse el trabajo de recoger el hilo que, además, muchas veces se liaba y enredaba, con la consiguiente incomodidad.
Entonces el hombre inventó el “Sistema Ladrillo III”. El protagonista seguía siendo el mismo ladrillo pero, este sistema, en lugar de un cordel llevaba un resorte. Ahora el ladrillo podía lanzarse una y otra vez y regresaría solo, pensó el hombre.
Al salir a la calle y recibir la primera agresión, tiró el ladrillo. Erró, y no pegó en su objetivo porque, al actuar el resorte, el ladrillo regresó y fue a dar justo en la cabeza del hombre.
Lo volvió a intentar, y se dio un segundo ladrillazo por medir mal la distancia.
El tercero, por arrojar el ladrillo a destiempo.
El cuarto fue muy particular porque, tras decidir dar un ladrillazo a una víctima, quiso protegerla al mismo tiempo de su agresión, y el ladrillo fue a dar de nuevo en su cabeza.
El chichón que se hizo era enorme...
Nunca se supo por qué no llegó a pegar jamás un ladrillazo a nadie: si por los golpes recibidos o por alguna deformación de su ánimo.
Todos los golpes fueron siempre para él mismo".
Cuento de Jorge Bucay
Moraleja: "Es muy probable que un utópico ser humano iluminado, lúcido y sólido jamás se enojara. Nos resultaría muy útil no enfadarnos nunca, sin embargo, una vez sentimos la rabia, la ira o el fastidio, la única manera de librarse de ellos es sacándolos fuera transformados en acción. De lo contrario lo único que conseguimos, más tarde o más temprano, es enfadarnos con nosotros mismos".
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