Veía pasar a María,
de camino a la vida que él le
daba día a día.
Su ropa llena de rosas,
y en su alma las espinas.
En su cara el color,
en su fondo el dolor
escondido en las esquinas.
y en verdad es solo instrumento,
es la justificación para el perdón.
La dueña de un reino,
esclava de su propio infierno,
sin llegar a comprender que es mentira,
que no la quiere el que maltrata y castiga.
otra vez volverá a despertar el perdón vestido del que dirán
y así
día a día sé ira muriendo la dama,
y quedaran los golpes que nunca se irán.
Un día llegaran las alas,
quizás las alas de la huida,
o en el peor de los casos las rosas,
rosas sangrando de vida.
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