En realidad el verdadero autor era una persona muy influyente del reino y por eso desde el primer momento se procuró un chivo expiatorio para encubrir al culpable.
El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas oportunidades de escapar al terrible veredicto… ¡la horca!
El juez, cuidó no obstante de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado:- “Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en
manos de él tu destino. Vamos a escribir en dos papeles separados las
palabras culpable e inocente, tú escogerás y será la mano de Dios la que
decida tu destino.”
Por supuesto el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda ‘CULPABLE’, y la pobre víctima aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria. El juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados.
Éste respiro profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse abrió los ojos, y con una extraña sonrisa hizo su elección, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca… se lo tragó rápidamente.
Sorprendidos e indignados los presentes reprocharon airadamente:
- “¿Pero qué hizo?,¿Y ahora? ¿cómo vamos a saber el veredicto?”
- “Es muy sencillo”- respondió el hombre. “Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que yo elegí”.
Con rezongos y enojo mal disimulado debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.
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