lunes, 30 de marzo de 2009



UNA ROSA BLANCA

Sin atreverme a decirte nada, pasaba frente a ti una mañana tras otra con la esperanza de que tus ojos bellos se clavaran en los míos, de que tus labios regalaran a mis ojos una hermosa sonrisa, aquella que tanto me gustaba y de la que un día me enamoré.

El tiempo pasó sin cambio alguno hasta que el destino cruzó nuestros caminos, un simple “hola” inició lo que es hoy para los dos una buena amistad, al igual que la semilla que siembra el laborioso jardinero para obtener la más bonita de las flores.

Aquel abnegado jardinero, con el cual me identifico, no dejó nunca de regar su preciada semilla. Ilusionado siempre, la cuidaba con mimo cada día esperando paciente que naciera la flor que alegrara su loco corazón. Le hablaba con galantería y con dulzura, para él lo merecía; no dejó de ofrecerle su cariño en sus gestos y en sus palabras, como quien ama por vez primera.

Disfrutó a su lado de espléndidos días soleados sin dejar en cada momento de atender su cometido, los rayitos de luz que recibía su sensible semilla eran para el jardinero motivos de alegría y satisfacción. Llegaron las lluvias y procuró que aquellas lágrimas divinas no oscurecieran su tierno corazón, mas aprovechara de ellas lo que de positivo traían para que creciera aún más enérgica y hermosa.

Brotó impetuosa una preciosa florecilla, una rosa blanca, símbolo de la paz espiritual y del amor platónico; fruto de la abnegación y la fidelidad de un corazón loco y de su preciada semilla. Una hermosa rosa blanca que dignifica a la amistad como el sentimiento más puro y claro, y el más trascendente que cualquier persona pueda llegar a alcanzar y sentir.

Arreciaron tormentas también, sí, tampoco se olvidaron de saludar a delicada florecilla; pero no pudieron con ella, pues el humilde jardinero se mantuvo a su lado sin desfallecer ofreciéndole el calor que necesitó, leal a su loco corazón. Aunque quisieron pisotearla y acabar con su belleza, nada ni nadie pudieron con ella, aún más fuerte se hizo; el jardinero siempre a su lado, para ofrecer sin medidas su devoto servicio.

Caerán los pétalos de tan hermosa rosa blanca con el irremediable paso del tiempo, mas no perderá su esencia, ni su belleza; pues aquella que nació de un sentimiento tan sincero nunca marchitará...

Es así que...

... siempre quedará la fragancia en las manos de aquel que repartió rosas...



Datrebil

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