Gracias, Señor, por este otoño
que, apenas ha comenzado, trae el agua
a la tierra que, árida y reseca,
la recibe y amorosa se empapa.
Tras el largo verano bochornoso
los campos y montes anhelaban
la lluvia que los refresca
y llena de vida sus entrañas.
Pronto cambiará el color
de los bosques en ocres y granas;
pronto las hojas caerán
quedando desnudas las ramas.
En el suelo del pinar empiezan
a moverse las fuerzas arcanas
que reviven las setas y hongos
cada año al llegar la otoñada.
José García Velásquez
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