jueves, 26 de marzo de 2009



Una noche en sueños vi
que con Jesús caminaba
junto a la orilla del mar
bajo una luna plateada.

Soñé que veía en los cielos
mi vida representada
en una serie de escenas
que en silencio contemplaba.
Dos pares de firmes huellas
en la arena iban quedando
mientras con Jesús andaba,
como amigos, conversando.

Miraba atento esas huellas
reflejadas en el cielo,
pero algo extraño observé,
y sentí gran desconsuelo.
Observé que algunas veces,
al reparar en las huellas,
en vez de ver los dos pares
veía sólo un par de ellas.

Y observaba también yo
que aquel solo par de huellas
se advertía mayormente
en mis noches sin estrellas,
En las horas de mi vida
llenas de angustia y tristeza
cuando el alma necesita
más consuelo y fortaleza.

Pregunté triste a Jesús:
"Señor, ¿Tú no has prometido
que en mis horas de aflicción
siempre andarías conmigo?
Pero noto con tristeza
que en medio de mis querellas,
cuando más siento el sufrir,
veo un sólo par de huellas.

¿Dónde están las otras dos
que indican Tu compañía
cuando la tormenta azota
sin piedad la vida mía?

Y Jesús me contestó
con ternura y compasión:

"Escucha bien, hijo mío,
comprendo tu confusión.
Siempre te amé y te amaré,
y en tus horas de dolor
siempre a tu lado estaré
para mostrarte Mi Amor.

Mas si ves sólo dos huellas
en la arena al caminar,
y no ves las otras dos
que se debieran notar,
es que en tu hora afligida,
cuando flaquean tus pasos,
no hay huellas de tus pisadas
porque te llevo en Mis brazos".

Desconozco el autor.




Hoy salí por las calles
en busca de la sonrisa,
que el tiempo me fue borrando
al transcurrir tan a prisa.

Quién primero me la inspiró,
fue el sol brillante en el cielo,
que el rostro me acarició,
con aires de terciopelo.

Luego al seguir andando
fui acumulando motivos,
el cariño de una madre,
el abrazo de un amigo.

Los niños en el parque
me trajeron mil recuerdos,
de cuando yo era pequeña
y la vida todo juego.

El canto de un pájaro,
el perfume de una flor,
la calida melodía,
que invadió mi corazón.

Después...
fuí emprendiendo el regreso,
me guiarón las estrellas
con sus hermosos destellos.

Entonces comprendí,
que la sonrisa se hallaba,
en todas las pequeñas cosas,
solo, hay que saber encontrarla.


Marta Bello


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