jueves, 2 de abril de 2009





Cuento blanco

-Soy más blanca que nadie- dijo la luna, asomada su redonda cara detrás del horizonte y envolviendo con su luz la superficie de las naves e iluminando las montañas,-¿Hay quien se atreva a compararse conmigo, en blancura y en pureza?-

¡Nosotras!-contestaron las olas, encrespándose y poniéndose blancas de furia.
-Y nosotras-
Repusieron con su voz de fragancia los azahares, que parecían pequeños luceros.
-Somos más blancos que la luna-

Los luceros jazmines y los lirios abrieron sus carolas y mostraron los pétalos blancos y sedosos. Las plumas de los cisnes se extendieron en la superficie del lago, la nieve cayó en albos copos.

Todas, todas las cosas blancas mostraron a la luna su pureza; pero ella, con su cara placentera, seguía riendo a carcajadas.
- Deja que yo me vaya- decía y veréis como toda blancura queda reducida a la mitad.

Y en efecto, apenas se ocultó haciendo una mueca de despedida, todo quedó sin brillo, casi negro, como si un monto de crespón hubiera caído sobre la tierra... Las olas gritaban con más furia, pero apenas se les veía revolverse airadas en su inmensa cuna de rocas.

Los jazmines y los lirios se inclinaron sobre sus tallos marchitos y avergonzados y los copos de nieve se deshicieron en lágrimas, fueron rodando a juntarse con la linfa del río, que sollozaba tristemente en su oscuro lecho pedregoso.

-Ya lo veis- decía la luna, escondida detrás de la montaña, como no hay quien se atreva a competir conmigo en blancura y en pureza.

-¡Yo!-dijo una voz desde la choza de un sencillo labrador que habitaba allí con su mujer y sus hijos.

- Soy más blanca que los lirios, más que los copos de nieve y los rayos de la luna-...

-¿Y quién eres tú? - le preguntó esta, sorprendida ante su blancura incomparable.-

-Soy la conciencia de un hombre honrado- Le contestó una voz.



Autor desconocido



El hombre y la mujer

El hombre es la más elevada de la creaturas.
La mujer el más sublime de los ideales.
El hombre tiene la supremacía.
La mujer la preferencia.
La supremacía significa fuerza,
la preferencia representa el derecho.

El hombre es un código.
La mujer un evangelio.
El código corrige,
el evangelio perfecciona.

El hombre es un templo.
La mujer es el sagrario.
Ante el templo nos descubrimos,
ante el sagrario nos arrodillamos.

El hombre es el águila que vuela.
La mujer el ruiseñor que canta.
Volar es dominar el espacio,
cantar es conquistar el alma.

El hombre tiene un farol... la conciencia.
La mujer tiene una estrella... la esperanza.
El farol guía,
la esperanza salva.

El hombre está colocado donde termina la tierra.
La mujer donde comienza el cielo.



Autor desconocido




Lo valioso que tu eres

Que nadie haya sido tan afortunado de darse cuenta la mina de oro que tú eres, no significa que brilles menos.

Que nadie haya sido lo suficientemente inteligente para darse cuenta que mereces estar en la cima, no te detiene para lograrlo.

Que nadie se haya presentado aun para compartir tu vida, no
significa que ese día está lejos.

Que nadie haya notado los avances en tu vida, no te da permiso para detenerte.

Que nadie se haya dado cuenta la hermosa persona que tú eres, no significa que no seas apreciado.

Que nadie haya venido a alejar la soledad con su amor, no significa que debas conformarte con lo que sea.

Que nadie te haya amado con esa clase de amor que has soñado, no significa que tengas que conformarte con menos.

Que aun no hayas recogido las mejores cosas de la vida, no significa que la vida sea injusta.

Que Dios está pensando en una hermosa pareja para ti, no significa que tú no seas ya ideal.

Sólo porque tu situación no parece estar progresando por ahora, no significa que siempre será así.

Por eso:

Sigue brillando,

Sigue viviendo,

Sigue corriendo,

Sigue esperando,

Sigue siendo lo que ya eres...

Una creación divina de Dios.




Autor: Desconocido


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No existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas profundas. Paulo Coelho

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Las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para cambiar las cosas. Paulo Coelho